CIBARQ08

Pamplona se convirtió los pasados días 30 y 31 de octubre en centro de referencia internacional de la arquitectura bioclimática y sostenible al albergar la tercera edición del Congreso Internacional de Arquitectura, Ciudad y Energía, CIBARQ8, y reunir a 21 conferenciantes de primer nivel en el mundo ( Estados Unidos, Suecia, Colombia, Italia, Francia, Grecia, Australia…) y cerca de 400 profesionales, que intercambiaron opiniones y experiencias y debatieron sobre como debe evolucionar la arquitectura hacia la sostenibilidad.

 

Organizado por el Centro Nacional de Energía Renovables CENER, a través de su departamento de arquitectura bioclimática, el Congreso defendió la idea central de que Otra Ciudad es Posible, usando la regeneración urbana bajo criterios medioambientales como camino hacia la sostenibilidad.

Florencio Manteca, Arquitecto, Director del Departamento de Arquitectura Bioclimática de CENER y Director del Congreso nos ofrece las conclusiones y reflexiones extraídas tras estas dos intensas jornadas de duración de CIBARQ08.

 

Tercera edición y cerca de 400 asistentes. Parece que el interés de los participantes continúa y aumenta edición tras edición ¿Por qué cree que la arquitectura bioclimática interesa cada vez a más gente?

Considero que hay varios factores que influyen. En primer lugar, el mensaje de que no nos podemos seguir permitiendo el lujo de continuar construyendo como lo hemos venido haciendo hasta ahora va calando poco a poco entre todos los agentes implicados en el sector. Existía una falta de sensibilidad absoluta a las consecuencias energéticas y medioambientales que tenía la edificación.

En segundo lugar, la administración también ha contribuido elaborando leyes y marcos normativos que obligan a los profesionales a aplicar medidas de ahorro energético y de bioclimatismo en la edificación. En este sentido, el Código Técnico en la Edificación supuso un salto cualitativo muy importante.

A esto se une el hecho de que los promotores cada vez exigen más medidas de este tipo a los arquitectos y se vuelve más natural el hecho de que se interesen y formen específicamente en estos temas para dar respuesta a una demanda creciente.

El tema de esta tercera edición ha sido la “regeneración urbana” ¿Por qué desde la organización se ha elegido este tema en concreto, por qué la regeneración urbana es el futuro?

Hasta ahora el mensaje que se ha estado trasladando y recibiendo es que hay que construir edificios “mejores” desde el punto de vista energético y medioambiental, edificios bioclimáticos, ecobarrios… construir mejor, en definitiva. Este mensaje, después de dos ediciones previas de CIBARQ, podemos decir que lo damos por sabido, los asistentes ya lo han asimilado. Pero creemos que puede crear una confusión en el sentido de que no por construir edificios buenos vamos a resolver el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Si nuestro problema actual es que debido a la edificación emitimos muchos gases nocivos que contribuyen al calentamiento global, la solución no es construir nuevos edificios o urbanizaciones, por muy buenas que sean. Si queremos reducir las emisiones debidas a la edificación, la única forma es actuar sobre las ciudades existentes. En España, por ejemplo, tenemos 23 millones de viviendas, de las cuales el 80% están en ciudades y ya están construidas, sobre ellas debemos actuar si lo que queremos es reducir las emisiones.

Por todo esto, el Comité Científico del Congreso tomó la decisión de dedicar esta edición a la Regeneración Urbana, con proyectos que buscan soluciones desde el interior de la propia ciudad y no en barrios periféricos nuevos.

Decíamos al principio del Congreso que “otra ciudad es posible” ¿Qué otra ciudad es la que se ha planteado en CIBARQ? ¿Cómo debe ser la ciudad perfecta?

Creo que si es posible pero para ello debemos intentar hacer de nuestras ciudades lugares más eficientes energéticamente, lugares más humanos, más amigables para las personas y más sanos.

La ciudad “perfecta” debería combinar unos edificios, un planeamiento, una estructura vial, un plan de transporte publico y unas infraestructuras diseñadas de forma que la propia ciudad pueda funcionar consumiendo muy poca energía. Es decir, no se trata de dejar de hacer cosas que queremos hacer como dar paseos o salir de compras, pero todos debemos ser capaces de desplazarnos a nuestro trabajo, a casa o a los centros de ocio consumiendo mucha menos energía y los edificios o el transporte público tienen que ser capaces de funcionar y de cumplir con sus requerimientos consumiendo siempre menos. Podemos usar la metáfora de que hoy en día las ciudades existentes son como unas antiguas calderas de carbón y el reto está en convertirlas en máquinas eficientes alimentadas por fuentes de energía renovables.

Por otra parte, tiene que ser una ciudad en la que las personas encuentren un hábitat más agradable para ellas, que el peatón gane la batalla al coche, que el coche sepa que él nunca tiene la prioridad, que se puedan hacer la mayor parte de trayectos caminando o usando el transporte público y donde, definitivamente, el transporte público destierre prácticamente al vehículo privado. Los espacios públicos han de servir de lugar de reunión, intercambio y comunicación entre la gente.

Y por último, deben ser lugares más sanos en los que nuestros hijos puedan vivir sin usar una mascarilla que les impida respirar el CO2 acumulado en el aire y no tengan alergias u otros problemas graves de salud que empiezan a generalizarse en las ciudades actuales.

¿Hay alguna ciudad del mundo actualmente que se pueda considerar “una buena ciudad para vivir”?

Ciudades buenas para vivir hay muchas, ciudades perfectas no conozco ninguna. Pamplona, sin ir más lejos, es una buena ciudad para vivir. Tiene un tamaño que te permite hacer caminado muchos de los trayectos que puedas hacer a diario, una muy buena red de transporte público y un planeamiento urbano en general muy compatible con todos los temas de los que ya hemos hablado.

Quizás le falta apostar más decididamente por el desplazamiento en bicicleta e intentar limitar un poco más los desplazamientos en coche. Es una ciudad muy buena para vivir. Vitoria o San Sebastián también son ciudades destacables en España. Urbanistas y arquitectos se acercan a ellas para ver cómo están hechas, son referencia en España y en toda Europa.

¿Qué novedades o soluciones se han presentado en el Congreso para resolver los problemas que tienen nuestras ciudades?

Más que novedades concretas, lo que hemos podido disfrutar es el hecho de que han venido grandes profesionales para contarnos cómo están resolviendo ellos los problemas en sus países. CIBARQ no es un Congreso en el que se presenten soluciones perfectas o alguien cuente que ha descubierto una nueva vacuna sino que ha venido gente a mostrar sus soluciones concretas a problemas globales y han tratado las relaciones entre la arquitectura, la ciudad y la energía desde diferentes escalas.

Enrique Peñalosa lo contó desde el prisma de la gestión municipal y cómo ha priorizado unas actuaciones más sociales y más enfocadas a la sostenibilidad social y a fomentar la igualdad entre los ciudadanos.

Alexandros Tombazis nos explicó cómo las ciudades deben estar adecuadas a su entorno climático. La arquitectura hoy en día, como todo, se está globalizando. Los estudiantes y los profesionales tienen acceso a ver las soluciones constructivas y proyectos que se van dando en todas las partes del mundo y es muy fácil caer en la tentación de la copia exacta de la solución y esto puede dar lugar, por ejemplo, a hacer un edificio en Sevilla copiado de uno en Vancouver, Canadá, que nada tiene que ver con el clima sevillano aunque sea muy interesante arquitectónicamente hablando. Nos mostró cómo construir de espaldas al entorno climático es desastroso desde el punto de vista energético y medioambiental.

Jean Philippe Vassal habló de la rehabilitación energética de edificios. Tiene una filosofía basada en no derruir nunca, no destruir y reciclar los antiguos edificios que se han quedado obsoletos, cambiándolos y mejorándolos.

Cada uno de ellos propuso soluciones en diferentes escalas que son realmente interesantes.

¿Es compatible el gran desarrollo de las ciudades y la sosteniblidad? ¿Cómo se consigue el cambio?

Hay quien dice que hablar de desarrollo sostenible es una contradicción en sí misma, lo que conocemos con el término de oximoro. Hoy en día el desarrollo está basado en la producción, un país desarrollado es un país productor y consumidor, consumo y desarrollo van de la mano.

El consumo exacerbado es contradictorio para la sosteniblidad ya que ésta consiste en hacer un consumo responsable, no sobre-explotar los recursos naturales de los que disponemos. La Tierra está consumiendo un 50% más de la capacidad que tiene el Planeta de regenerase, es como si cada mes sacáramos del banco un 50% más de nuestra nómina, con lo cual la situación es sostenible durante un tiempo, a corto plazo pero a medio plazo es insostenible.

La única posibilidad de hablar con propiedad de un desarrollo sostenible es encontrar el modelo de desarrollo que no esté tan estrechamente ligado al consumo en general y al consumo de suelo más concretamente en las ciudades, a la extensión territorial. Si podemos ser capaces de crecer sin tener que consumir más suelo habremos encontrado un buen camino para poder hablar de un desarrollo sostenible en la ciudad.

Para conseguir una ciudad más sostenible hay que empezar por la disposición de los inmuebles, de los parques y avenidas ¿Cómo se puede aplicar esa teoría a las ciudades europeas que ya están construidas? ¿Se han aportado soluciones en CIBARQ?

Las ciudades europeas fueron sostenibles en su momento y más concretamente el modelo de ciudad mediterránea, un modelo compacto en el que las distancias eran cortas y los trayectos se hacían a pie.

Hace 80 años aparecieron los coches y empezaron a circular por esas ciudades que fueron diseñadas y pensadas para caminar. Ese aspecto comenzó a hacerlas no sostenibles.

En origen, las ciudades vemos que fueron sostenibles y ahora han dejado de serlo. Para que lo vuelvan a ser debemos volver a darles su uso original, es decir, intentar sacar los coches del centro, potenciar el transporte público, mejorar y rehabilitar los edificios existentes ya que cuando se construyeron los aspectos de ahorro energético no eran unos de los requerimientos exigidos. La inmensa mayoría de los edificios que existen de esas épocas no tienen siquiera aislamiento térmico, son unos enormes consumidores y despilfarradores de energía.

Rehabilitar energéticamente las fachadas de estos edificios no es una labor compleja técnicamente hablando. En CIBARQ hemos visto que las barreras están en la gestión, cómo convencer a la comunidad de propietarios para que renueve su fachada.

Una de las ponencias más anunciadas del Congreso fue la del arquitecto francés Jean Philippe Vassal del que ya hemos hablado ¿Cuál fue la nota diferencial que aportó?

Jean Philippe nos habló de que existe una tendencia de derribar los edificios que se han quedado degradados y obsoletos. Se usa la demolición para sacar suelo y construir un edificio moderno. Él propone reciclar los edificios que tuvieron una actividad industrial y en su momento estuvieron a las afueras.

Hoy en día son edificios grandes y singulares que se han quedado metidos dentro de la ciudad y están abandonados porque la actividad industrial se ha terminado. Frente a la tentación de derribar y volver a construir un bloque de viviendas, se pueden reciclar porque no dejan de ser interesantes y forman parte de la identidad cultural e histórica de la ciudad. Se les puede dar un uso compatible con los tiempos actuales, convirtiéndolos en centros de arte, museos, centros culturales, etc

Además energéticamente la diferencia entre derribar todo un edificio y volver a construirlo o rehabilitar el existente supone un 60% más de energía. Esta es una actuación muy coherente si estamos hablando de limitar y reducir el consumo de energía.

Fue, en resumen, una de las ponencias más interesantes por las propuestas de rehabilitación que se mostraron.

¿Están los arquitectos españoles concienciados de esta situación, de que hay que construir de otra manera porque si no se acaban los recursos naturales?

Sinceramente creo que todavía no. Todos estos temas de ahorro energético, sosteniblidad y bioclimatismo no se estudian aún en profundidad en las escuelas de arquitectura. No existe una formación reglada, se confía al interés personal de algún profesor en particular que les quieran explicar estos temas concretos.

No hay un interés claro y no nos enseñan a los arquitectos a valorar las consecuencias medioambientales que tienen nuestros edificios. Nos forman y entrenan para defender delante de un cliente una solución arquitectónica vistosa o estética pero no nos enseñan a convencer al cliente para que se haga una casa bioclimática, un invernadero o se instalen energías renovables.

Aunque se están haciendo esfuerzos importantes, esa responsabilidad con el cambio climático todavía no está asumida de forma generalizada por los profesionales.

¿Está de moda incorporar pensamientos ecológicos a la arquitectura?

Si, está de moda, pero en el fondo es un peligro. Hay síntomas preocupantes de que la arquitectura sostenible se está convirtiendo en una tendencia arquitectónica.

Vemos todos los días en revistas especializadas cómo arquitectos que nunca se habían interesado por estos temas, de repente se ponen la “chaqueta verde” y hacen un edificio supuestamente ecológico.

Pero en el fondo, si con esta tendencia se contribuye a que la generalidad de los arquitectos se de cuenta de que se tienen que formar, sensibilizar y asumir la responsabilidad, bienvenida sea esa “moda”.

¿Cuál ha sido su conclusión personal del Congreso? ¿Qué ha aprendido de los ponentes que han venido de todo el mundo? ¿Qué es lo que más le ha impresionado?

Para mi lo más interesante es ver cómo la gente que viene de diferentes partes del mundo (Australia, Zimbawe, Grecia, EE.UU, Suecia etc) con contextos climáticos, sociales, económicos o culturales absolutamente diferentes usan una metodología para acercarse al proyecto arquitectónico que básicamente es muy similar.

Por ejemplo, entre Zimbawe y Suecia las diferencias de recursos económicos son, como se puede uno imaginar, muy opuestas pero la metodología del proyecto en cuanto a adecuación e integración en un contexto climático es muy similar.

Usan los recursos que están al alcance en ese momento y esta me parece que es una de las principales conclusiones. Con independencia de otros factores del entorno, los proyectos se abordan con criterios medioambientales comunes en todo el mundo y a través de procesos lógicos similares.

 
 
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