Sergio Gómez Melgar

CONSTRUIBLE.ES: Ya en el año 2004, cuando casi nadie hablaba de estos temas, fuiste pionero y fundaste tu propio estudio de arquitectura LAR Arquitectura Responsable, especializado en Arquitectura y Urbanismo Sostenible, ¿Cómo surge entonces la idea de especializarse en estos conceptos y por qué “Arquitectura Responsable”?

Sergio Gómez Melgar: Hace no tantos años eran muchas las intuiciones y pocas las certezas. Sin embargo una idea clara iba tomando forma para nosotros y es que no podíamos hacer arquitectura sin pensar en sus consecuencias para el medio ambiente, para nuestro entorno y el que dejaremos a nuestros hijos: el tipo de ciudad en que queremos vivir, el paisaje de nuestras costas o el de nuestros campos.

La lógica de aquellos años no era precisamente la de la sostenibilidad sino la del crecimiento. De aquellos polvos encontramos hoy tanto lodo que lo enfanga todo. Sin embargo crisis y oportunidad son conceptos que se tocan (en mala hora hemos tenido que aprenderlo): éste es un buen momento para reflexionar; y que de esa reflexión surjan propuestas verdaderamente transformadoras, creativas e innovadoras.

Conseguirlo sólo es posible desde un enfoque holístico e interdisciplinar. Hablando en primera persona de cuestiones como el transporte público (y no sólo de que el autobús lo coja el otro, que me va a dejar la calle divinamente para yo moverme con mi coche), la construcción sostenible y la eficiencia energética.

El concepto de Arquitectura Responsable es nuestra particular aportación a la cuestión. Se trata a la vez de compartir una visión estratégica y de construir una ecuación de corresponsabilidad para cada problema. Un ejercicio de coherencia profesional que no concibe la sostenibilidad como oportunidad de negocio sino como fundamento de su responsabilidad corporativa.

Hacer arquitectura responsable implica respondernos primero la pregunta de si ésta mejora o no lo preexistente. Paradójicamente, puede llegar a significar no hacer arquitectura, con independencia de lo que permitan la normativa urbanística o los intereses inmobiliarios.

Para los que tenemos hijos no hay nada tan evidente como que el desarrollo de nuestra actividad profesional no debe comprometer la calidad de su vida adulta; la realidad del mundo que ellos heredarán. A partir de ese descubrimiento, la introducción de los criterios de sostenibilidad y eficiencia energética en nuestros proyectos es inmediata y directa. No alberga duda razonable. Habremos de discutir el cómo pero no el porqué. A veces la creatividad empieza cuando se quita un cero del presupuesto.

CONSTRUIBLE.ES: Durante estos años, ¿Cuáles han sido las principales dificultades que has encontrado para transmitir estos conceptos a la sociedad y desarrollar tus proyectos bajo esas premisas? ¿Está el cliente concienciado con las ventajas de la sosteniblidad?

Sergio Gómez Melgar: La evolución del marco normativo y las políticas de la administración andaluza y estatal en los últimos años ha sido muy favorables y receptivas a todo lo relacionado con la sostenibilidad aplicada a la construcción. En ese sentido, podría parecer que a los proyectistas se nos han puesto las cosas más fáciles y en realidad no es así.

Seamos realistas: para el cliente privado la verdadera sostenibilidad empieza por su bolsillo. Hace no tanto tiempo que vendía más una solería de mármol que la instalación de placas solares para agua caliente sanitaria en cubierta. Afortunadamente, eso está cambiando (por no mencionar que las placas térmicas son ya preceptivas). En ciertos aspectos la normativa nos lo ha puesto más sencillo, pero todavía estamos muy lejos de donde deberíamos.

El usuario final del edificio debe ser corresponsable con los objetivos de sostenibilidad que planteamos. Nunca he pasado tanto calor como en Madrid en invierno, dentro de un edificio de viviendas con calefacción central sin contador de consumo individual.

De la misma forma que los profesionales necesitamos formación específica en materia de sostenibilidad y eficiencia energética, los propios usuarios finales del producto –habitantes finales de las viviendas que proyectamos- necesitan de esa formación adaptada a su propia realidad. Es necesaria la implicación de todos para la obtención de los mejores resultados posibles.

CONSTRUIBLE.ES: Opinas que hay un antes y un después en la Arquitectura desde la aprobación del Código Técnico de la Edificación ¿Cuál es la opinión que te merece esta nueva normativa? ¿Qué es lo que se podría mejorar?

Sergio Gómez Melgar: El Código Técnico de la Edificación ha venido a solventar importantes lagunas en la antigua normativa de Normas Básicas, adaptando su contenido al marco general de los eurocódigos. En este sentido se trataba de una actualización imprescindible para dar cabida a nuevas tecnologías constructivas y a una mejora de los estándares de calidad exigibles al edificio terminado.

Sin embargo, cualquiera que haya tenido que aplicar las prescripciones de los diferentes Documentos Básicos del CTE a una sencilla vivienda unifamiliar convendrá conmigo en que pareciera que éstos han sido concebidos de manera independiente, sin la necesaria integración. No existen documentos oficiales de integración conjunta, dejándonos a los arquitectos la no siempre posible tarea de hacerlo para cada uno de nuestros proyectos.

Te pongo un ejemplo: el análisis de las prestaciones del edificio desde la perspectiva del ahorro de energía debe de ser coherente con las medidas adoptadas en relación a garantizar la salubridad del aire interior o el aislamiento y el acondicionamiento acústico de los espacios. Y conseguirlo es una cuestión en absoluto trivial. Hasta el más sencillo proyecto de arquitectura resulta en sí mismo una colección coherente de decisiones que intrínsecamente suponen renuncias. ¿Cómo hacerlo cuando la propia normativa plantea en ocasiones intereses contrapuestos?.

No obstante, lo mejor del CTE viene recogido en su artículo preliminar y tiene que ver con su carácter no prestacional. Esto supone que los arquitectos estamos facultados para proponer soluciones alternativas equivalentes, abriendo de esa manera el camino a la innovación.

Lo peor en mi opinión lo constituye un aumento desmesurado en la documentación justificativa del proyecto que en la mayoría de los casos no repercute en una mejora del resultado final del edificio construido. Pudiera darse el caso, que esta marea de papeles (muchos de ellos no los llegará a leer nadie, y mucho menos aquellos con responsabilidad directa en el proceso constructivo) termine de alejar definitivamente al arquitecto de la obra, lugar en donde su perspectiva integradora lo hace idóneo para la toma de decisiones.

CONSTRUIBLE.ES: Hemos oido decir muchas veces que la energía más eficiente es aquella que no se consume, pero desde tu experiencia ¿Qué peso real tienen los elementos de diseño pasivo en la arquitectura a la hora de reducir la demanda energética de un edificio?

Sergio Gómez Melgar: Cualquier edificio puede entenderse como un sistema que intercambia calor con el entorno. De igual manera que los organismos biológicos miden su eficiencia en relación a su coste metabólico (llegando a funcionar todo un día con el equivalente al consumo de una bombilla de 20w), los edificios que hoy en día concebimos deberían tender al consumo mínimo para unas condiciones de confort razonables.

La arquitectura vernácula nunca ha necesitado de aportes de energía ni de grandes tecnologías para resultar habitable. Debemos aprender mucho de ella, adaptándola a las nuevas necesidades que son hoy bien distintas. Solucionar problemas de diseño aumentando el número de frigorías es el camino opuesto a la sostenibilidad, y ciertamente no podemos permitírnoslo.

La máquina más eficiente disponible hoy en día en el mercado consume mucho más energía que la que resulta innecesaria gracias a un buen proyecto de los huecos exteriores, la ventilación natural y el diseño de las envolventes del edificio.

Desde nuestra experiencia, existen tres niveles de actuación con incidencia directa en hacer la edificación más sostenible:

  1. El primero lo constituyen el conjunto de decisiones de proyecto que dan la forma definitiva al edificio y establecen la relación entre los distintos espacios interiores, y entre éstos y el exterior.
  2. El segundo tiene que ver con el conjunto de máquinas que incorpora un edificio moderno y que tienen una alta incidencia en el consumo de energía final. Destacamos –por este orden- aquellas responsables de climatizar y de iluminar los espacios.
  3. Finalmente, el tercero lo constituyen los propios usuarios o, aquellos responsables de su mantenimiento en el caso de los edificios públicos: ¿es realmente necesario pelarnos de frío al pasar frente a la puerta de Zara o de El Corte Inglés en el mes Agosto?. En este tercer nivel la domótica y en general los sistemas de telecontrol tienen mucho todavía que aportarnos para hacer posible el máximo confort a un coste razonable.

CONSTRUIBLE.ES: Y ¿Cuál es el papel del aislamiento para la mejora de la eficiencia energética en los edificios?

Sergio Gómez Melgar: Pretender climatizar un edificio que no esté convenientemente aislado es como transportar agua en un canasto. Resulta bastante absurdo y casi un exclusivo problema de conciencia limitarnos a cambiar bombillas incandescentes cuando la mayor parte del gasto energético se escapa a través de la envolvente.

La mayor parte de nuestro parque de edificios construidos –especialmente aquellos anteriores a 1979, año en que fue aprobada la primera normativa de condiciones térmicas en la edificación- son auténticos sumideros de energía. Urge la rehabilitación energética de los mismos que en la mayoría de los casos resulta técnicamente posible además de sencilla y económica.

Aumentando el aislamiento térmico de las envolventes (fachadas, cubiertas, huecos y forjados en contacto con el exterior) y eliminando los puentes térmicos, minimizamos las pérdidas de la energía que aportamos al edificio para hacerlo confortable. Con esta simple receta podemos llegar a ahorrar hasta un 75% de la energía consumida para calefactar un edificio de viviendas tipo como la mayoría de los que encontramos en nuestras ciudades.

Cualquier inversión en la calidad y espesor de los aislamientos provoca mejoras notables en el balance energético del edificio. Resulta rentable desde cualquier punto de vista (no sólo en emisiones de CO2). Y sin embargo, ¿por qué todavía nos empeñamos arquitectos y promotores en hacer lo contrario? Pues porque en nuestro país, los que pagan las facturas del aislamiento son bien diferentes a los que terminarán pagando las de la calefacción. Siendo conscientes de ello, sólo las políticas activas de las distintas administraciones (sensibilización del consumidor/comprador de vivienda y ayudas a la rehabilitación energética) y la mejora de los estándares que marca el CTE-DB-HE (que aún hoy resultan manifiestamente mejorables en comparación con los países más desarrollados de la eurozona) serán herramientas válidas para recorrer el camino hacia la sostenibilidad que todos decimos apoyar.

CONSTRUIBLE.ES: Hablando de aislamiento, recientemente has sido galardonado con uno de los Premios Isover a la Eficiencia Energética 2009 por el edificio de Maxiaulario para la Universidad de Huelva en el Campus del Carmen, ¿Podrías hablarnos del edificio y de las características que consideras lo han hecho merecedor de este importante premio?

Sergio Gómez Melgar: Ser distinguidos con el Premio Isover a la Eficiencia Energética 2009 ha sido para nosotros un revulsivo en nuestro trabajo, a la vez que nos confirma en que evolucionamos en la dirección correcta. La entrega de premios en Viena con equipos de arquitectos de toda Europa nos sirvió además para compartir experiencias con profesionales del más alto nivel, tomando conciencia de lo mucho que nos queda aún por recorrer.

El edificio premiado se trata de la propuesta seleccionada como ganadora del concurso de proyecto y obra convocado por la Universidad de Huelva para la construcción de su nuevo Maxiaulario. El proyecto apostaba por resolver el programa interior de distribución de aulas impuesto, generando una orientación sur óptima para la eficiencia de su fachada fotovoltaica, abriéndola al boulevard principal del campus universitario de manera que se constituyera en su nueva seña de identidad.

Proyectar un edificio para ser habitado por personas es siempre un ejercicio comprometido y difícil. Más aún cuando el edificio en cuestión resulta ser la sede donde cada nueva generación de ingenieros recibe su formación académica.

La responsabilidad con el espacio arquitectónico producido es doble: en la búsqueda de un modelo de construcción sostenible que minimice la huella ecológica del edificio por un lado, y por otro servir de ejemplo real y tangible que ilustre la creatividad ecológica de los nuevos ingenieros en el convencimiento de que otro tipo de soluciones técnicas no convencionales son posibles y además funcionan.

Se persiguieron los siguientes objetivos en fase de proyecto:

  1. Reducción de la demanda de recursos (energía, agua y materiales) mediante un ajustado dimensionamiento de los elementos arquitectónicos, eliminando componentes superfluos y adoptando soluciones constructivas que comporten una autarquía energética del edificio con la instalación de una fachada fotovoltaica conectada a red, con una potencia total instalada de 54 kWp.
  2. Mayor eficiencia en el uso de los recursos, con una instalación de iluminación muy por encima de los estándares que marca el reciente Código Técnico de la Edificación en su documento DB-HE. La importancia del aprovechamiento de la luz natural tanto en aulas (con grandes huecos acristalados a lo largo del testero izquierdo) como en el gran atrio-vestíbulo de tres alturas (iluminado cenitalmente por tres grandes lucernarios en cubierta). En lo que se refiere al consumo de agua, todos los aparatos están dotados de un sistema de doble descarga (para que sólo se utilice cada vez la cantidad necesaria), así como de una red de tipo separativo que permite reutilizar las aguas pluviales para riego.
  3. Aprovechamiento de los recursos locales, con una fachada fotovoltaica de 456 m2 de superficie de captación perfectamente orientada a sur, con un aprovechamiento máximo del increíble potencial energético que tiene el sol en latitudes tan meridionales como el sur de la península. Si bien el sol y la energía fotovoltaica conectada a red es un recurso de uso casi generalizado en países de nuestro entorno europeo más próximo como Alemania o Francia (con muchas menos horas de sol al año que Andalucía), es un hecho que a pesar de la existencia de un marco legal que facilita el aprovechamiento de estas energías conectadas a red en los edificios, no abundan los ejemplos más allá de los conocidos huertos solares, grandes explotaciones en suelo rústico (cuya continuidad se ve hoy por hoy seriamente comprometida por el cambio en la política de subvenciones de la administración).

CONSTRUIBLE.ES: Actualmente también estás desarrollando tu tesis doctoral sobre Eficiencia Energética y Desarrollo Sostenible aplicados a la edificación ¿Qué conclusiones esperas obtener de la misma?

Sergio Gómez Melgar: En la actualidad, una de mis principales líneas de investigación consiste en el análisis de los datos que me aporta la experiencia de mis proyectos construidos, contrastando la realidad de los datos del edificio terminado y funcionando con el modelo teórico creado en fase de proyecto mediante herramientas de simulación energética.

Igualmente persigo implementar una sencilla herramienta para la toma de decisiones durante el proyecto que durante todo el periodo de la vida útil del edificio permitan minimizar el consumo de energía en términos de Kw/m2 anuales para iluminación y refrigeración. De este modo será posible asistir al arquitecto desde las primeras fases de concepción del edificio en la mejora de la eficiencia energética del mismo.

Como punto de partida hemos partido de la experiencia del Maxiaulario de la Universidad de Huelva. Si bien los verdaderos resultados de esta propuesta concreta de arquitectura sostenible no podrán evaluarse hasta bien entrado el primer ciclo de vida útil del edificio (primeros 5-10 años, para una vida útil total prevista de 75 años), lo cierto es que está prevista la instalación de una central de control y seguimiento de la cantidad de energía demandada por los sistemas generales de climatización e iluminación del edificio, así como de la cantidad de energía producida en kWh por la fachada fotovoltaica.

No debemos olvidar que la producción industrial de las células de silicio monocristalino, así como del sistema completo que integra el generador fotovoltaico, consume una determinada cantidad de energía. En términos de balance energético podríamos decir que esta cantidad de energía se recupera a partir del cuarto o quinto año de vida útil de la instalación (en función del rendimiento energético de la misma).

Si estudiamos más a fondo el balance energético y medioambiental de la instalación fotovoltaica (son datos de la empresa Isofotón para el edificio de Nuevo Maxiaulario de la Universidad de Huelva), para una potencia total del generador fotovoltaico de 54 kWp, con una radiación media anual sobre plano horizontal de 1.784,65 kWh/m2 y una relación de eficiencia considerada (PR) del 75%, con un factor de sombra del 2% se generaría un total de 41.594,91 kWh/año con un balance medioambiental (en cantidades que se dejan de emitir a la atmósfera) de 43,76 Tm de CO2 y 122,62 Tm de SOx.

En términos económicos, la amortización total de la inversión realizada en la instalación fotovoltaica del edificio se estima en un plazo medio de 12 años; si bien en la práctica la Universidad de Huelva ya la tiene amortizada desde el primer día de puesta en marcha de la instalación. El coste completo de la misma ha sido asumido por la empresa adjudicataria de las obras en concurso público de proyecto y obra, mejorando las condiciones del Pliego inicial.

CONSTRUIBLE.es: Finalmente, en tu opinión como profesional en activo, ¿Qué responsabilidad tienen los arquitectos a la hora de luchar contra el cambio climático?

Sergio Gómez Melgar: En la actualidad, aproximadamente un 40% del consumo energético corresponde a la edificación. Desde nuestra experiencia en Laboratorio de Arquitectura Responsable, es posible ahorrar fácilmente más de la mitad de toda esa energía aplicando sencillas técnicas desde la fase de proyecto hasta la ejecución y puesta en servicio del edificio final.

Si a todo esto añadimos el enorme potencial que representa en nuestras latitudes la posibilidad de utilizar las cubiertas y azoteas de nuestros edificios como pequeñas centrales distribuidas para la generación de energía fotovoltaica –minimizando pérdidas e inversiones por transporte ya que es producida en el mismo punto del consumo- comprenderemos lo que la arquitectura sostenible representa para conciliar crecimiento y ecología.

El problema principal hoy en día es que a los arquitectos no se nos educa en estas técnicas en la universidad. Los nuevos planes de estudios para la mayoría de las carreras se realizan desde los departamentos ya existentes y son en realidad el resultado de luchas de poder internas para conseguir el mayor número posible de créditos. Nadie se plantea realmente cuáles deben ser las prioridades para la formación de los nuevos arquitectos e ingenieros.

Hay que rediseñar los planes de estudio. No parece lógico que debamos recurrir al postgrado o a la experiencia autodidacta para el aprendizaje de la sostenibilidad.

Debemos plantearnos cambios de la misma magnitud que los problemas a los que nos enfrentamos. ¿Porqué no incluimos en el código deontológico de los arquitectos la necesidad de proyectar edificios cada día más eficientes?.

La sostenibilidad no es ya un problema técnico. Se trata más bien de una cuestión política y sobre todo de cambiar conciencias.

 
 
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