Investigadores de la Universidad de Washington (EE.UU.), en colaboración con Microsoft Research, han desarrollado un tipo de cemento más ecológico que logra reducir en un 21% su huella de carbono. Esta innovación se basa en el uso de algas marinas del género Ulva, incorporadas al cemento como aditivo natural, sin afectar su resistencia ni funcionalidad estructural. Al incorporar un recurso natural y renovable como las algas, se abre una vía real hacia materiales de construcción más verdes y sostenibles.

El trabajo ha sido liderado por la profesora Eleftheria Roumeli de la Universidad de Washington, junto con un equipo multidisciplinario que incluye a Meng-Yen Lin, Paul Grandgeorge y Kristen Severson de Microsoft Research. Los resultados han sido publicados en la revista científica Matter, donde explican los detalles de su metodología y hallazgos.
Algas secas para absorber CO₂
El proceso consiste en secar y pulverizar las algas para reemplazar aproximadamente un 5% del peso total del cemento tradicional. Este material vegetal, al crecer, absorbe dióxido de carbono de la atmósfera, lo que contribuye a reducir el impacto ambiental del producto final. Además, al disminuir la proporción de clinker —el componente del cemento responsable de la mayor parte de las emisiones— se logra una fabricación más limpia y sostenible.
Para lograr esta formulación eficiente, el equipo utilizó inteligencia artificial. Mediante un modelo de aprendizaje automático, entrenado con una primera serie de 24 muestras, pudieron predecir las proporciones óptimas de los ingredientes. Este enfoque permitió reducir el tiempo típico de desarrollo de nuevos materiales, logrando en solo 28 días una mezcla funcional y validada, cuando normalmente se requerirían meses de pruebas.
Aplicación en estructuras convencionales
A pesar del cambio en la composición, la resistencia del nuevo cemento se mantiene dentro de los estándares necesarios para su uso en construcción. Esto significa que puede aplicarse en estructuras convencionales sin requerir modificaciones en los procesos industriales ni en las herramientas utilizadas. También se destaca que el tratamiento de las algas es sencillo: basta con secarlas, molerlas y mezclarlas, sin necesidad de técnicas costosas o especializadas.
De cara al futuro, el equipo planea explorar el uso de otras variedades de algas, así como de residuos orgánicos como los restos alimentarios, con el objetivo de adaptar la tecnología a diferentes contextos locales. Esto permitiría una producción más descentralizada, accesible y respetuosa con el medio ambiente.
Este avance representa un claro ejemplo de cómo la combinación de biotecnología e inteligencia artificial puede ofrecer soluciones concretas para reducir el impacto ambiental de industrias tan importantes como la construcción.