En un contexto de emergencia climática y creciente desigualdad urbana, el proyecto europeo DivAirCity, liderado por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), se ha consolidado como una iniciativa pionera para repensar el futuro de las ciudades desde un enfoque más inclusivo, verde y resiliente. Tras cuatro años de trabajo, el consorcio internacional que lo impulsa ha demostrado que es posible transformar los espacios urbanos en auténticos refugios climáticos. Cinco ciudades piloto han sido el escenario de estas intervenciones: Castellón (España), Aarhus (Dinamarca), Bucarest (Rumanía), Orvieto (Italia) y Potsdam (Alemania).

El proyecto DivAirCity, que comenzó en septiembre de 2021 y concluirá oficialmente en agosto de 2025, ha contado con un presupuesto total de 10.733.255 euros, de los que la Unión Europea ha aportado 9.921.887 euros.
Liderado por la profesora de la Universidad Politécnica de Valencia, Elisa Peñalvo-López, la iniciativa ha reunido a un consorcio formado por 24 organizaciones de 9 países europeos: España, Italia, Dinamarca, Rumanía, Bélgica, Polonia, Alemania, Grecia y Países Bajos. Entre los socios españoles, además de la propia UPV, han participado Bipolaire Arquitectos SLP y el Ayuntamiento de Castellón de la Plana, aportando una visión local e innovadora al desarrollo del piloto en la ciudad.
Esta colaboración internacional ha sido clave para diseñar e implementar soluciones adaptadas a diferentes contextos urbanos, siempre con el objetivo común de hacer frente al cambio climático desde una perspectiva inclusiva y sostenible.
Reducción de la temperatura
Las ciudades de Castellón, Aarhus, Bucarest, Orvieto y Potsdam han transformado sus barrios con intervenciones que mejoran el aire, la inclusión social y la adaptación al cambio climático. Uno de los casos más emblemáticos ha sido el de Castellón de la Plana, donde el proyecto ha dejado una huella visible y medible. Allí, DivAirCity se centró en el rediseño del entorno urbano entre el colegio y el Casal Jove, con una clara prioridad: mejorar la accesibilidad y el confort térmico para las personas más vulnerables.

El resultado ha sido una transformación integral del espacio. Se instalaron pérgolas verdes que generan sombra, se ampliaron aceras, se incorporaron bancos ergonómicos para personas mayores, barandillas en rampas y escaleras, y se introdujo un cargador solar accesible desde la aplicación móvil del proyecto.
La temperatura en la zona intervenida ha bajado hasta 7 °C durante los meses de verano, se han incrementado 11 m² de superficie verde, y se ha introducido energía limpia como parte del mobiliario urbano. El nuevo entorno no solo protege frente a las olas de calor, sino que promueve la movilidad peatonal y la convivencia intergeneracional.
De aire limpio a jardines comunitarios
Aunque Castellón ha sido uno de los escenarios más destacados, los resultados del proyecto en otras ciudades piloto también reflejan el potencial de esta visión transformadora. En Aarhus, la intervención se centró en la protección frente a la contaminación del tráfico. Se construyó un muro verde para resguardar un parque cercano a una vía de gran circulación, y se diseñó una ruta alternativa señalizada con maceteros para ciclistas y peatones. Los resultados son contundentes: 49% menos exposición a contaminantes para ciclistas.

En la ciudad italiana de Orvieto apostaron por rehabilitar un parque local con un enfoque inclusivo. Se añadieron juegos adaptados, se crearon nuevas rutas peatonales y se mejoró el acceso mediante un túnel. La zona ha visto un incremento del 39% en su uso, con una notable mejora del sentimiento de pertenencia entre los más pequeños. Por su parte, en Potsdam, una asociación vecinal lideró la creación de un jardín comunitario, promoviendo la biodiversidad urbana y la participación ciudadana.
En Bucarest se transformó una plaza ocupada ilegalmente por vehículos en un espacio seguro y verde para el juego infantil. El uso del parque por parte de niños aumentó un 25% y se capturaron 18,4 kg de carbono mediante nueva vegetación.

Uno de los pilares de DivAirCity ha sido su modelo de gobernanza participativa, que ha impulsado la creación de comunidades de práctica locales en cada ciudad piloto. A través de talleres, encuestas, rutas guiadas y foros ciudadanos, se han recogido las necesidades reales de la población, especialmente de colectivos tradicionalmente marginados: niños, personas mayores, migrantes, personas con discapacidad y el colectivo LGTBI+.
Tecnología e innovación como motor de cambio
Una de las acciones más destacadas del proyecto ha sido el concurso paneuropeo ‘My Sustainable City‘, en el que jóvenes de entre 13 y 19 años propusieron ideas para mejorar sus ciudades. El primer premio internacional fue para José Manuel Olmo y Noel Rodríguez, quienes diseñaron una visión sostenible del Casal Jove de Castellón en Minecraft.
Además, DivAirCity ha desarrollado una aplicación móvil (disponible para Android e iOS) que incentiva a las personas usuarias a tomar rutas con menor contaminación. A cambio, reciben tokens canjeables por recompensas, promoviendo así hábitos sostenibles mediante la tecnología.
El impacto del proyecto va más allá de las cinco ciudades piloto. Un total de 20 ciudades hermanadas de todo el mundo —entre ellas Lviv, Bogotá, Dhaka o Freetown— han mostrado interés en replicar sus metodologías, desde la aplicación móvil hasta los procesos de participación ciudadana. DivAirCity ha demostrado que es posible hacer frente al cambio climático con soluciones basadas en la naturaleza, la inclusión y la tecnología.