Tratamiento Térmico para madera en la azotea del MuCEM

El Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo (MUCEM), diseñado por el arquitecto francés nacido en Argelia Rudy Ricciotti, es el proyecto insignia del renacimiento arquitectónico y cultural que está viviendo Marsella. El museo está situado en primera línea de mar, junto al Fuerte de San Juan, una fortaleza levantada en el siglo XVII. Construido sobre los vestigios griegos y romanos de la antigua ciudad estado, el Fuerte está cargado de historia y alberga una capilla que se remonta el siglo XII.

El diseño monolítico clásico de Rudy Ricciotti se levanta alrededor de un cuadrado perfecto; cada uno de los cuatro lados del edificio tiene 72 metros. Un cuadrado interior de 52 metros de lado constituye el núcleo del museo y alberga las salas de exposición y de conferencias. La estructura interior, fabricada en acero y cristal, se ha cubierto con una delicada envoltura ornamental de filigrana de hormigón.

También se ha utilizado la filigrana de hormigón para crear 308 columnas en forma de árbol que con sus ocho metros de altura forman la estructura vertical del edificio. Esta delicada envoltura de hormigón abre el edificio a la luz natural y a las vistas al mar, permitiendo que la atmósfera marina invada por completo el interior del edificio.

Además, el encaje de hormigón del exterior del edificio crea intrincados patrones de sombras que “evocan el accidentado e irregular lecho marino”, comenta Ricciotti, quien añade que el Museo “está abierto al mar, para dibujar un horizonte en el que las dos orillas del Mediterráneo puedan encontrarse”.

El Museo está organizado en tres niveles, con diversas exposiciones, un auditorio y una librería. La azotea es un elemento muy especial y está llamada a convertirse en un espacio icónico de la ciudad con sus hermosas vistas panorámicas al puerto y al mar.

Por las noches, el diseño de la iluminación concebido por Yann Kersalé crea una atmósfera mágica con sombras azul y turquesa.La tarima del suelo de la azotea, de 24 metros de anchura y una superficie de 1.600 m², está fabricada en fresno estadounidense tratado térmicamente, suministrado por Bingaman and Son Lumber Company, una empresa de Pennsylvania, Estados Unidos.

La tarima también cubre la vía peatonal que atraviesa el Museo y conduce al casco histórico de la ciudad, por lo que para un flujo constante de viandantes fue esencial utilizar un pavimento de alta resistencia. “Le pedimos al contratista principal una solución que pudiera resistir una carga media de 250 kg/m²”, explica Tilman Reichert, el arquitecto del proyecto.

“El arquitecto buscaba soluciones que le evitaran tener que especificar maderas tropicales; inicialmente pensó en el pino tratado térmicamente, pero no quedó satisfecho con los resultados de las pruebas iniciales. La calidad del fresno tratado térmicamente que se nos suministró era extraordinaria. Cuando el arquitecto vio las muestras, quedó encantado por el atractivo estético del fresno y por su veta característica, pero también por su estabilidad dimensional y sus grandes longitudes (20 x140)”, comenta Eric Durand de Roofmart, el contratista encargado del suministro de la tarima de fresno termotratada.

Modificación térmica de la madera

El proceso de modificación térmica utiliza una temperatura elevada en un entorno controlado para alterar permanentemente las propiedades físicas y químicas de la madera. De esta manera se limita la capacidad de la madera para absorber la humedad y se consigue que los productos tengan una mayor estabilidad dimensional y sean menos susceptibles a deformarse y retorcerse con las variaciones de la humedad. El proceso de modificación térmica también elimina los nutrientes de la madera que, si permanecieran en ella, servirían de fuente de alimento para los insectos y los hongos xilófagos. Este incremento de la estabilidad dimensional y de la durabilidad prolonga significativamente la vida de servicio y reduce las necesidades de mantenimiento de la tarima. Puesto que ésta está muy expuesta a la acción de los agentes atmosféricos y, debido al efecto de la sal propio del entorno marino, se efectuará un seguimiento con el fin de evaluar su rendimiento a lo largo del tiempo.

Creemos que, el fresno, gracias a su larga fibra ofrecerá una mayor resistencia al desgaste que el pino, comenta Tilman Reichert, arquitecto del proyecto. La tarima se ha instalado sobre un sistema tradicional de viguetas que asegura una ventilación adecuada de la membrana de aislamiento situada directamente debajo de la tarima de madera. Las tablas se fijaron con clavos y no con tornillos debido a que así el efecto visual es más atractivo.

El peso de la terraza de la azotea de 24 metros de anchura contribuye a estabilizar el dosel de hormigón situado encima de ella mediante un inteligente sistema de cables de acero inoxidable. El amplio velo que rodea la terraza está formado por la misma filigrana de hormigón que cubre los laterales del edificio. Se apoya sobre vigas voladizas de 15 metros de anchura que descansan sobre las columnas verticales principales del edificio. En el exterior del edificio, las vigas voladizas soportan el peso de las rampas exteriores que conducen a la terraza mediante tirantes de acero inoxidable de gran longitud que se extienden a lo largo de toda la altura del edificio. También se han fijado cables de acero inoxidable desde la tarima de madera a las vigas voladizas que sobresalen cuatro metros encima de la terraza con el fin de estabilizar la estructura completa del dosel situado encima de ella.

La terraza de la azotea ofrece a los visitantes una pasarela inclinada de 115 metros que, cruzando por encima de las aguas del puerto, permite acceder al Fuerte de San Juan, conectando así el Museo con este monumento histórico en el que se encuentra el restaurante principal dirigido por el famoso cocinero local Gérald Passedat. Con el tiempo el Fuerte albergará otros 15.000 m2 adicionales de espacio de exposición del Museo. Además, los espacios públicos abiertos situados alrededor del Fuerte se han rediseñado para mostrar una colección botánica única de plantas de la cuenca mediterránea, junto con un paseo ajardinado. Otro puente peatonal conduce a los visitantes a le Panier, el barrio más antiguo y tradicional de Marsella, famoso por sus callejuelas estrechas y empinadas.

 
 
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