Investigadores del grupo ECoMMFiT de la Universitat Rovira i Virgili (URV) han estudiado cómo la morfología urbana contribuye al efecto conocido como isla de calor, fenómeno por el cual las ciudades registran temperaturas más altas que sus entornos rurales cercanos. El estudio confirma que más edificios, mayor altura y mayor densidad de población aumentan el calor urbano, mientras que la vegetación puede ayudar a mitigarlo, aunque su efecto es limitado.
El efecto conocido como isla de calor urbana se define como la diferencia entre la temperatura registrada en un punto de la ciudad y la que se mediría si la ciudad no existiera, tomando como referencia las zonas rurales cercanas.
Las ciudades son más cálidas que su entorno por tres factores principales: los materiales de construcción, como el hormigón y el asfalto, que absorben y almacenan la radiación solar liberándola durante la noche; la propia textura urbana, que altera las corrientes de aire y reduce la capacidad de disipar el calor; y la presencia de numerosas fuentes de calor residual, como vehículos y aparatos de aire acondicionado, que incrementan la temperatura local.
Factores urbanos que elevan la temperatura
El estudio, realizado en 11 ciudades de la península ibérica, utilizó el modelo climático UrbClim, gestionado por la Unión Europea, para simular la temperatura en cada hectárea de las ciudades durante un año. Posteriormente, los investigadores compararon estos valores con la temperatura media de zonas rurales próximas para estimar la intensidad del efecto. Para analizar el papel de la textura urbana, incorporaron datos sobre altura de los edificios, fracción urbanizada del suelo, cubierta vegetal y densidad de población provenientes del conjunto de datos europeo GHSL.
Los resultados muestran que la isla de calor es más significativa durante la madrugada, especialmente entre las 03:00 y las 04:00 horas, y que puede provocar incrementos puntuales de hasta 7 °C. Además, el estudio evidencia que la temperatura media aumenta 0,34 °C por cada incremento del 10% de la fracción urbanizada. La altura de los edificios también influye, con un aumento de 0,1 °C por cada metro adicional de altura promedio, y la densidad de población contribuye con 0,08 °C por cada 1.000 habitantes adicionales por kilómetro cuadrado.
No obstante, los investigadores destacan que la cubierta vegetal puede ayudar a mitigar este efecto: la temperatura media disminuye 0,11 °C por cada incremento del 10% de superficie cubierta por vegetación. Sin embargo, subrayan que su capacidad de enfriamiento es limitada y requiere más estudio.
Según Alexandre Fabregat, investigador del Departamento de Ingeniería Mecánica de la URV, estos hallazgos no solo permiten comprender mejor cómo la morfología urbana genera calor, sino que también proporcionan herramientas útiles para la planificación urbanística basada en evidencia, con el objetivo de mejorar la calidad de vida en las ciudades.
